Blogia
Cazarabet

IR A RINCONES QUE NI IMAGINAMOS.

PASOS EXPLORADORES DEL BARRANCO DE LUCO.

 

Rincones, estrechos, riachuelos....

Acercarse a Luco de Bordón es algo más que una grata experiencia, es algo que, aún con el paso de los días, se convierte en  inolvidable y más sabiendo que desde allí podemos dar un paseo que estimulará todos nuestros sentidos alentando a que alguna presumible sensibilidad vuelva a aparecer.

Paseamos entre estrechos que transforman las tonalidades de la luz; vislumbramos rincones inimaginables y paseamos; pasamos y  pasar entre piedras que son un pequeño riachuelo, lo suficientemente fértil como para hacer del paseo una especie de inmersión en otro clima, entre otros olores, por otras latitudes, con otras sensaciones. Lo mejor es detenerse y mirar, poco a poco, dando una vuelta de  360º....justo a nuestro cogote está lo mejor, entonces sonreímos y hasta podemos alejarnos de nuestro íntimo y particular mundo con sus ruidos.

 

En este trayecto nos encontramos con una Ermita, la de Luco y con lo que debió de ser una hospedería..... ¿cuántas personas habrán cerrado los ojos para imaginarse ese entorno montado como una especie de “tente”...?. Los más inquietos se mueven entre las piedras como lagartijas errantes.....como campeones de una carrera sin tributo....pero el caso es que  inspeccionan despertando su curiosidad y su imaginación entre los restos que algún  día eran habitados...allí donde todavía se  oyen y habitan los latidos insufribles de visitantes, lugareños y algunos costumbristas...por no hablar de los curiosos o de aquellos que se acercaban allí para, simplemente pensar con otros aires. Desde allí recuerdo que podemos continuar nuestros pasos de hoy  hacia otra de las pequeñas joyas del Maestrazgo, se trata de Bordón, pero esa es otra historia, seguramente escrita en otra página de nuestro furo que recorre los rincones, todos, de nuestra propia tierra. De momento y por entonces retomamos nuestro paseo de retorno a Luco por el mismo camino por el que hemos subido.....está claro que bajando vemos y disfrutamos de otro paisaje  dentro del mismo que ya habíamos contemplado momentos antes...

 

Llegamos al pueblo, damos sólo una vuelta y nos prometemos volver...aquel rincón vale la pena de manera especial, hay un silencio parecido al que soñamos en días de tempestad. Encaminamos nuestro coche, hoy más bien parece un mítico Rocinante de hierros y tecnologías. Éste se dirige incansable hacia un lugar conocido como la Menadella

 

La Menadella

Bien, es un lugar casi insólito donde en ningún momento nos cruzamos con nadie ni vimos a nadie,pero sentimos muchas sensaciones: tranquilidad, pero hay allí un cierto desasosiego por aquellas cosas que nos producen cierto  miedo de no saber qué o por qué...eso era lo peor. Me recuerda al desasosiego que me producía “esmolador” (afinador de cuchillos, tijeras…) cuando nos visitaba al pueblo y a mi alrededor se susurraban historias que algunos querían o preferían  sepultar; pero  todavía nos visita cada vez más refinados en su sintonía….el último que tuve el placer de oír fue aquí en Mas de las Matas improvisando sintonías y demás.

 

El pilón de San Joaquín, su humilde Ermitorio

Otro lugar inhóspito, pero que seguro debió significar algo, es el pilón de San Joaquín y su pequeña, pero muy cuidada (casi coqueta) Ermita, al parecer muy bien cuidada. Maldigo, sólo parte de mi suerte (una vez más) al dejarme olvidada la cámara fotográfica en el portal de la casa….gracias que una tiene buenos vecinos y que además se niegan terminantemente a cobrar en algo o algo e incluso, casi, a que les des las gracias……de todas formas no volveré, si puedo, a olvidarme la cámara, estaba muy bien aquel lugar lejano y próximo a la vez. Me gustará volver algún día

 

Los contemporáneos de Don Quijote de la Mancha.

Don Quijote habría tenido que tranquilizar un poco a Rocinante, después de tranquilizarse mucho más él con la visión de aquellas aspas atadas a lo alto de un palo por un nudo que no podía definir.....además el ruido era raro y molesto para sus 

viejos oídos cansados. Hubiese deseado que estuviese allí su fiel escudero Sancho, pero éste era tan “amante de la buena mesa” que sufrió una seria indigestión la noche antes de emprender el viaje de ida; aquella madrugada el caballero embutido dentro de su armadura de latón emprendió viaje, mientras tanto todavía podía oír: la promesa de que él mismo sería el  que acortaría por delante para acabar encontrándose  en algún lugar del camino. Alonso Quijano reía sin entrar en la carcajada y cabalgó aquella tarde hasta la caída del sol  y cuando éste  se fundía  vio como otra llama nacía del suelo….era el fuego con la que su escudero preparaba otra suculenta cena reparadora. ¡Qué bueno era volver a la normalidad!.

0 comentarios