Una historia elegante sobre un puente mirón.
Historias ficticias o no…
El puente sobre el río Bergantes.
Las aguas del Bergantes llegan a nuestras tierras desde la frontera de la provincia de Castellón transitando por lechos de piedra blanca que deslumbra bajo el sol hasta meterse, casi como una flecha, entre zonas más espesas de vegetación y más ricas de humedad. En este tramo atraviesan zonas de gran belleza como las que circundan al Puente del Arenal en el término de La Ginebrosa. Allí es fácil ver a pescadores cargados de paciencia o a impacientes bañistas bajo el sol del verano.
Este puente tiene esculpidas diferentes muestras del paso del fascismo y es que algunos condenados por el régimen de dictadura y represión que asoló la libertad desde aquel julio del 36 hasta la instauración de la democracia, cumplieron allí castigo.
A veces paseando por la zona me pregunto qué y cuántas cosas habrán visto las piedras de este bonito puente....entonces algunos gritos jugando a un supuesto efecto de eco me devuelven, de golpe, a la realidad. Descanso o trato de descansar de mis fabulaciones y respiro la tranquilidad del lugar, pero las historias, ficticias o no siempre vuelven.....
Una gota de sudor, de aquel apretado verano, se deslizó, por la frente…por la mejilla y como en un alarde de libertad empezó a surcar el aire siguiendo el camino descendiente que le dictaba la gravedad de Newton. La gota llegó difuminada al río que transitaba, como en un paseo plácido en un cálido atardecer en el que las hojas que mece la brisa que viene del suroeste son como abanicos en un habitáculo reducido y sin ventilación. Un buen grupo de prisioneros de la guerra colgaban del puente o de su esqueleto, según se mirase. Hablaban por olvidar los desastres de la guerra o simplemente por hablar. Si la charla se prolongaba podían recibir un escarmiento, así que muchos susurraban o preferían callar. En verano hacía tanto calor que no apetecía charlar…los prisioneros estaban agotados y escatimaban esfuerzos, además se decía que las palabras se evaporaban con el calor; en invierno el intenso frío impedía charlar porque , además de congelarse las palabras el cuerpo se encontraba inmerso en una permanente contracción ...
Puede que así me acerque un poco a los prisioneros del puente del Arenal, aunque siempre tengo la sensación de que estamos muy lejos y es que la realidad siempre supera a la ficción.
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