Sin movimiento
La calima era tan pesada como apesadumbrada. No había día sin juez ni juez en aquel día de sol impaciente. Nada se movía, aunque todos, de alguna manera, nos agitábamos sin encontrar sosiego bajo aquel ambiente de sofoco inmóvil. El cielo si que había sufrido cambios…había pasado de un azul intenso a un color indeterminado de camino hacia el gris más raro, sin sentido en aquella latitud planetaria…entonces un ruido estridente sacudió la tarde…la luz del rayo nos había parecido el asomo del sol que quería volver a salir. Unas enormes gotas de lluvia empezaron a levantar el polvo de la calle, pero sabíamos que o llovía un buen rato o estábamos condenados a una tarde de mucha más calor….si sólo se mojaba el monte el calor acumulada en la tierra subiría como una bruma haciendo del paseo de la tarde algo tan pesado como aburrido.
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