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Cazarabet

Abandono entre viajes

La estación estaba abandonada. Era triste pasear por el antiguo andén…sin forma de nada, ni de andén. El edificio principal estaba tan olvidado que, en estos días, lo habitaba un buen número de ovejas… de esas que tienen el contorno de los ojos negro. Mi sobrino me preguntó si hacían boxeo….yo le respondí que es que se pasaban el día mirando fijamente al sol… así que se les bronceaban los ojos. Reí al recordar las ocurrencias de mi sobrino y preferí no pensar en mi respuesta, muy desviada.Los hierros de los raíles estaban oxidados, esperando a un tren con un retraso excesivo, pero su espera estaba cargada de paciencia. Las hierbas habían invadido terrenos prohibidos en días de alta actividad. El polvo se levantaba al paso de motocicletas embaladas con parejas que necesitaban un lugar más discreto que los parques del pueblo. Unas mujeres cruzaban la antigua vía con aires de valiente andada… habían recogido unos juncos de lo que parecía espliego…alguna de ellas debía tener un canario al que le gustaba picotear la hierba natural. El segundo edificio estaba abierto: los cristales por el suelo, los azulejos rotos, los marcos arrancados y desperdigados, las telas contra los mosquitos tristemente evaporadas, las escaleras en peligro de derrumbe, una sala había albergado una hoguera…el corro de piedras todavía estaba presente. Pero también estaban presentes los cascos de las bebidas, las colillas de los cigarros…Una repentina ráfaga de viento estival cerró lo poco que quedaba de una puerta pintada de verde. La soledad de todo aquel escenario se hizo más patente. Al salir vi a un joven haciendo fotografías del lugar…al menos los restos de aquel rincón de paso y destino jamás se olvidarían.

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