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Micus y Passotta

Marcos miraba los juegos de formas de las llamas en la cocina de hierro forjado y negro. Allí se secaba la ropa, después de haber salido a realizar las primeras tareas del día. Hoy tampoco podría hacer mucho en la intemperie , esto le fastidiaba. Se relajaba en el exterior después de todo el día de contabilidad en contabilidad con los  aldeanos y masoveros de protagonistas que terminaban aturdiéndolo; bueno, siempre le quedarían los rasgos naturales  del fuego, su perro Micus y el gato Passotta. En la emisora de costumbre anunciaban un nuevo recrudecimiento de la situación meteorológica. Suspiró y se acercó a la ventana, miró al exterior vio que sus tierras se encontraban bajo un manto blanco y que los copos eran mucho más gordos que hacía media hora. Se dijo que aquello también tenía mucho de bueno para los campos y la tranquilidad; pensó que quizás mañana podría salir a pasear un poco por el Camino del Rey Republicano. Los animales entraron con estrépito en la sala para todo. Marcos se dio la vuelta de golpe y los miró con sorpresa….sus ojos delataban frío, se volvieron a quedar jugando en el porche. Les sirvió  leche caliente y se acostó en su catre haciendo que la luz natural se apagase….se había pasado toda la noche ultimando el escrito de la aldea del Azud. El Azud, por cierto, un lugar idílico donde pasear y sentar a las ilusiones en los sillones de la realidad que los especuladores jugasen con él Cerró los ojos y se durmió con los copos que se desplomaban uno a uno. Un ligero peso se acomodó en el intercambio de calor a sus pies, Passotta; mientras tanto Micus se acostó en su alfombra. Dos guardianes y un hombre cansado.

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