Un abuelo de tantos.
Mi abuelo me contaba cosas, sobretodo aquellas que había podido ver, oír y tristemente experimentar...pero nunca me contaba historias. Les aseguro que hay una diferencia abismal. Así, mi abuelo me pareció siempre un hombre más bien triste...dominado por los recuerdos que eran una agria derrota arrastrada por el tiempo pesado y saturado de sotanas que olían a naftalina como aquel vino rancio del vecino que intentaba invitarnos de fiesta en fiesta. Aunque la risa no era cosa del abuelo.....podías sentirte agraciado con su compañía ...si estaba allí era porque quería estar; él no entendía de convencionalismos ni de interpretaciones; por eso aquella noche que vinieron a casa a buscarlo apartó suave y cariñosamente a las mujeres que formaban un muro humano que pretendían retener insultos y golpes. Él lo sabía y se presentó con la cara alta y la mirada aguda... casi, casi como un hurón. Se concentró en tragarse, hasta olvidar, unas palabras cargadas de dolor y a cada golpe la mentira invadía su mente hasta borrar el nombre de otro como él....a nosotros nos queda la alegría de saber que al menos ellos, los olvidados de mi abuelo, compusieron historias y pudieron sonreír.
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